3.10.13

El efecto Pigmalión

Se llama así al efecto que ejercen las expectativas que se depositan sobre una persona e influyen en el redimiendo que ésta obtendrá  en base a dichas expectativas generadas.

En un lenguaje que entendemos todos: si a un niño le dices que no vale para nada, crecerá creyendo eso y actuando en consecuencia, por lo que no desarrollará sus capacides todo lo que es capaz realmente.
En Psicología a este efecto también se le llama profecía autocumplida.

¿Tiene base científica?

En una investigación llevada a cabo por Robert Roshental y Leonore Jacobson (considerados los padres del efecto Pigmalion)  en 1964, se ve clarmamente las consecuencias de este efecto. Para llevarla a cabo eligieron una escuela en California y se plantearon la siguiente pregunta: ¿Las expectativas favorables del educador inducen por sí mismas un aumento significativo en el rendimiento escolar de sus alumnos? Para comprobarlo realizaron un test de inteligencia a todos los estudiantes de la escuela. Denominaron al azar a un grupo de estudiantes que “supuestamente” sobresalían del resto y se lo comunicaron al profesor (sin éste saber que eran al azar). Tras esto, realizaron un seguimiento y una medición del avance de los alumnos durante el curso en relación al incremento del coeficiente de inteligencia. Y determinaron que efectivamente los alumnos “identificados como superdotados”  lograron obtener ventajas comparativas sobre sus compañeros.

¿El efecto siempre es negativo?

No, se puede dar en ambas direcciónes:
Efecto pigmalión positivo: El efecto pigmalión positivo se refiere a aquel cuyas expectativas son positivas, demostrando al sujeto que creemos en él. Así, provocamos en éste un aumento de la autoestima y del aspecto en concreto.
Ejemplo: el padre que le dice al hijo: “¡ay, pero qué listo eres! qué bien haces los deberes”. Este comentario aumentaría la autoestima del niño y se esfuerza en hacer bien los deberes y en sacar buenas notas, y lo más importante: lo consigue, porque se cree capaz, porque creen en él.
Efecto pigmalión negativo: El efecto pigmalión negativo se refiere a aquel cuyas expectativas son negativas. No se cree en el sujeto y se le hace saber (mediante palabras o gestos), por lo que provoca una disminución de la autoestima del sujeto y de su percepción de valía y del aspecto en concreto.
Ejemplo: el padre que le dice al hijo: ¡eres tonto! No haces nada bien. ¡Mira qué letra más fea tienes! Hay que esforzarse más, pero para qué, si no vas a llegar a nada….” Ese comentario influiría negativamente en la autoestima del hijo y en su perspectiva de eficacia, por lo que si su padre (que se supone que sabe más que él, lo quiere más que nadie y quiere lo mejor para él) le dice eso es que realmente no vale para nada. Así, este chico disminuye su percepción de valía, cree que en realidad no vale para los estudios y no se esfuerza, porque cree que todo esfuerzo es en vano, puesto que no tiene la capacidad. Así, no desarrollará todo lo que es capaz realmente.

El origen del efecto pigmalión

El efecto pigmalión tiene su origen en un mito griego, en el que un escultor llamado Pigmalión se enamoró de una de sus creaciones: Galatea. A tal punto llegó su pasión por la escultura que la trataba como si fuera una mujer real, como si estuviera viva. El mito continúa cuando la escultura cobra vida después de un sueño de Pigmalión, por obra de Afrodita, al ver el amor que éste sentía por la estatua, que representaba a la mujer de sus sueños.
Este suceso fue nombrado como el efecto pigmalión ya que superó lo que esperaba de sí mismo y al creer que la estatua estaba viva esta llegó efectivamente a estarlo.

Conclusiones

Se suele ver este efecto muy bien en las aulas. Los profesores tienen unas expectativas sobre el alumnado y se las transmite. Los alumnos en quienes el profesor deposita mejores expectativas son siempre los que destacan más, y progresan más y mejor que los que aquellos a los que el profesor transmite expectativas de baja capacidad.
Este efecto no es sólo válido para niños, pues todo el mundo se enfrenta a él.
Así las expectativas que han tenido nuestros padres sobre nosotros nos han influido. Y las que han tenido nuestros profesores, y nuestros amigos, y nuestros jefes y compañeros trabajo y vecinos y demás familiares…. Y nuestras expectativas sobre ellos también les han influido a todos. Y nos siguen y seguimos influyendo.
Ahora mismo me llega a la cabeza un cuento de Jorge Bucay que refleja mucho esto. No lo tengo a mano, pero lo buscaré y lo subiré, porque es muy interesante.
Fijáos las expectativas que tenemos sobre otros la influencia que ejerce en ellos y lo positivo o negativo que puede llegar a ser.
Darse cuenta de eso no siempre es fácil, y a veces hacemos cosas o las decimos sin pensar. Los padres siempre quieren lo mejor para los hijos, pero a veces se comete este error de forma inconsciente. Lo bueno es que conociéndo e identificándolo se puede cambiar.Siempre se puede cambiar. Poco a poco.
Para sacar el máximo beneficio de este efecto intenta centrárte en las cosas buenas de los demás y házlas saber. Si alguien es bueno en algo díselo. Con esto tan sencillo lo estarás potenciando.
En los hijos hay que centrarse en las cosas que hacen bien, más que en las que no lo hacen tanto. No conozco a nadie que no sepa hacer nada bien. En algo siempre se destaca. Sólo hay que buscar…
Ahora que ya sabes lo que es el efecto Pigmalión, ¿lo puedes identificar en tu día a día? ¿Has dejado de hacer algo que te hubiera gustado por creer que no eras capaz, porque te decían que no valías? Me encantaría leer tu experiencia.

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