27.3.15

Viernes de cuento: El círculo del 99

¡Ya es viernes!, viernes de Dolores, viernes de vacaciones para algunos, viernes inicio del fin de semana para otros... En cualquier caso, día especial para disfrutar de otro cuento. Este cuento es para meditar atentamente. Que lo disfrutes.


EL CÍRCULO DEL 99

Un rey que se encontraba muy triste tenía un sirviente que era muy feliz. Despertaba al rey, cantando alegres canciones y su actitud para con la vida era simple y serena.
El rey le dijo un día:” ¿cuál es el secreto de tu alegría”. Él respondió: “Majestad, no tengo razones para estar triste. Tengo a mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados por su alteza ¿cómo no estar feliz?”.
 
El rey no consiguió explicarse como el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de sobras. Entonces llamó al más sabio y le dijo:

-¿Por qué él es feliz?
-Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo

-A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz. 
-Así es. 
-¿Y cómo salió?
-Nunca entró
-¿Qué circulo es ese?
-El círculo del 99.
-Verdaderamente, no te entiendo nada.
-La única manera para que entendiera, sería mostrártelo en los hechos.
-¿Cómo?
-Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
-Eso, obliguémoslo a entrar.
-No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
-Entonces habrá que engañarlo.
-No hace falta, Su Majestad. 
-Si le damos la oportunidad, él entrará solito. Son pocos los hombres tan grandes que son capaces de resistir.
-¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
-No, al contrario. Pensará que es su fortuna.
-Y después, cuando se sienta infeliz, ¿no podrá salir?
-Sí podría, pero muy pocos hombres son capaces de lograrlo. 
-¡Qué esperas, hagamos la prueba!.
-Majestad, ¿Está dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
-Sí.
-Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
-¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso? Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
-Hasta la noche.

  


Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste.” Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse. Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados de la puerta, y entró en su casa. El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena.

El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido de la bolsa sobre la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían, ¡Era una montaña de monedas de oro! Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas. Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis y mientras sumaba 10, 20,30, 40, 50, 60 hasta que formó la última pila: ¡¡¡9 monedas!!! Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa.“No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja. ¡Me robaron! -gritó- ¡¡¡me robaron, malditos!! Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba. Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro ¡sólo 99!. "99 monedas es mucho dinero”, pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo, pensaba. Cien es un número completo pero noventa y nueve, no. 



El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que se asomaban los dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguno de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?.  Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla. Después quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. “Doce años es mucho tiempo”, pensó. Quizás pudiera decirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello. Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. ¡¡¡Era demasiado tiempo!!! Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender.... vender.... Vender.... estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno?¿Para qué más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien. 


El rey y el sabio, volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99... Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y amargado. 

-¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo. 
-Nada me pasa, nada me pasa.
-Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo. 
-Hago mi trabajo, ¿No? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también? 

No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje del círculo del 99.

                                                                                   FIN

Aquí os dejo la historia narrada, que tiene su encanto especial.

 ¿Qué te ha parecido la historia? ¿Te suena? La sociedad en la que vivimos nos invita sutilmente a meternos dentro del círculo: tengo que ahorrar para tener móvil de última generación, coche nuevo, casa enorme, última tecnología, no me caso o no tengo hijos hasta que no tenga casa propia, coche... y un largo etc. Una vez que lo conseguimos nos volvemos a meter en otros círculos. La consecuencia es que no disfrutamos de lo que tenemos y ponemos la vista en lo que no tenemos y deseamos y eso nos lleva a trabajar más y más. 
¿Cuál es tu reflexión? 

Buen fin de semana
MªJosé

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